viernes, 25 de mayo de 2018

Ascenso a Segunda ¿realidad o mito?

Sin pretensión de tentar a la suerte, no como algunos imprudentes jugadores que tocan la copa antes de una final, y después de analizar nuestra historia, diría que en Cartagena casi mejor nos olvidamos de los cánones establecidos. Porque más gafes es difícil que vayamos a ser. Así que vamos a transgredir un poquito los códigos, en vísperas de lo que pueda ocurrir este domingo, y a continuación daremos un repaso a los ascensos del fútbol de la ciudad a Segunda División.

Para retrotraernos al primero de ellos debemos dirigirnos a febrero de 1936, en plena II República y con la Guerra Civil a escasos meses vista. Recordemos que la liga nacional se había fundado en 1929 con el propio efesé como miembro, aunque luego descendiese a las primeras de cambio. El entonces Cartagena Foot-ball Club se proclamaba campeón de la categoría Primera Regional, en la que competían dos equipos más de la ciudad como Gimnástica Abad y Plus Ultra Lisvert, y debía enfrentarse a otro campeón regional para lograr el objetivo. Además, aquella eliminatoria por el ascenso abría la puerta a la siguiente fase del Campeonato de España (Copa del Rey), por lo que poseía doble valor. La ida ante el Villarreal acababa 5-0 en El Almarjal y en la vuelta, pese al ambiente hostil, se aguantaba la renta cayendo por 3-1. Evidentemente no se volvería a jugar en la división de plata hasta finalizada la guerra.

El segundo de los ascensos se producía de forma un tanto particular. Fue en 1949, ya con los campeonatos ligueros jerarquizados de una forma más próxima a la actual. El renombrado Cartagena Club de Fútbol, por imperativo franquista, era encuadrado en el Grupo V de Tercera División, de los seis que existían, y quedaba en tercer lugar por detrás de Albacete y Elche. La promoción esta vez tenía forma de liguilla, frente a otros dos


viernes, 18 de mayo de 2018

Ser primero es una putada

Comentaba el pasado lunes con un amigo, en la previa al sorteo de los play-offs de ascenso, la mala suerte que hipotéticamente supondría para el Cartagena que tocase el Mallorca como rival. Supongo que al igual de la inmensa mayoría de seguidores que acuden al Cartagonova, prácticamente sin haber visto partido alguno de los tres posibles contrincantes salvo la eliminatoria copera ante el Mirandés y algún que otro encuentro retransmitido por internet de los bermellones. Únicamente por nombre, a los que bien recordamos a los mallorquines conquistando una Copa del Rey o disputando una final de competición europea, a priori, poco nos apetecía jugarnos los cuartos contra ellos.

Y es que ser primero es una putada. Al margen de que por pura probabilidad si uno es campeón de grupo dispone de un 62’5% de posibilidades de ascender y si no lo es solo cuenta con el 12’5%. Sobrellevas nueve meses de tediosa competición entre los mejores, pasando momentos malos en los que incluso hay quienes piden la dimisión del entrenador, felizmente te proclamas primero y entonces, a modo de colofón, se cruza otro campeón de grupo en tu camino. Sea el Mallorca, el Mirandés o el propio Rayo Majadahonda, es una putada. Y si ese club ha sido uno de los descendidos hace un año de Segunda División, como es el caso de los dos primeros, más todavía, puesto que han contado en sus presupuestos con la inyección económica del fondo de compensación de la LFP (más de un millón de euros).

Le replicaba a mi compañero que hubiese sido preferible enfrentarse al penúltimo de alguno de los otros grupos, claro, pero que no tendría mucho sentido. Es como si en el Olympique de Marsella se hubieran contrariado por disputar la final de la Europa League ante un hueso como el Atlético de Simeone, en vez de con un Segunda División de Inglaterra. El adversario en estas frenéticas contiendas va en consonancia de la aspiración


lunes, 14 de mayo de 2018

Querida Segunda B

Un año más acabas, con tus finales de infarto, tu tarde de transistores (ahora teléfonos móviles) y tus soñadores equipos buscando acercarse a la salida de tu precipicio. Algunos te desprecian, te infravaloran y te ningunean, ajenos de la magia que desprendes en cada zancada de un extremo que busca el centro al área, del despeje limpio del central que provoca el idilio continuo del balón con el cielo o del delantero tanque, poco comercial, pero eficaz, como el acto de escribir con bolígrafo hoy en día.

Dura, tediosa e insípida durante meses. Conmovedora, canalla y despiadada en tu desenlace; arrebatas el sueño a los que juegan con el fuego de tu abismo, aburres a los que no se juegan nada y levantas ciudades que quieren volver a ser nombradas lejos de ti. 

Imagen del final de liga (Fuente: Sportcartagena)

Contigo aprendí que Navalmoral de la Mata, Baza o Arroyo de la Luz son pueblos que no habría descubierto de manera tan precoz sin que les dejaras jugar en tu liga inagotable, por la que pasa toda la geografía española. Con sus estadios que respiran fútbol por los cuarto costados, con gradas de piedra y jugadores que pueden sentir la respiración de los aficionados que van a ver al equipo del lugar donde nacieron.

Empates a cero en tardes de domingo de invierno en las que no pasa el cronómetro, ensañándonos con la inocente categoría en la que el fútbol por un rato es fútbol y no esa