miércoles, 21 de septiembre de 2016

Cuestión de humildad

En el deporte como en la vida, hay unos valores básicos que permiten convivir con el entorno, que no siempre van a asegurar el éxito pero sí se puede decir que sin ellos casi nunca se va a tocar la gloria. El que más me gusta es la humildad, porque en una sociedad en la que sólo se mira de frente a los vencedores y los vencidos son mirados de reojo con aires de superioridad y sarcasmo, es imprescindible tener muy claro que ser humilde te hará grande. Te hará grande cuando en la victoria consueles al derrotado y cuando en la derrota notes sinceridad en el consuelo del contrario, te hará grande tender la mano y levantar a un compañero o a un contrario, te hará grande cuando recibas un reconocimiento y pienses en lo que te ha costado llegar hasta ahí.

Limones en un lance del juego temporadas atrás
Realmente la humildad es una virtud, que en principio se tiene o no se tiene, pero que se puede trabajar y por supuesto se debe inculcar. Una virtud que nuestro club, el de las rayas blancas y negras, suele tener; algo que es motivo de orgullo para todos, ya que considero que la afición, en su mayoría humilde, sabe dónde estamos en todo momento, lo que puede dar su equipo y lo que se le pide. Pero el domingo, cuando La Roda metía el último gol del partido, algo olía mal, no se respiraba el aire puro de ambiente rural que se respiraba minutos antes, cuando el Cartagena pasaba como un avión por encima de su rival. ¿Qué había pasado? Habíamos perdido toda esa humildad que nos había llevado al triunfo.

Y no lo digo por la ola (que también), lo digo porque realmente se veía venir, el equipo dejó de competir, pero nosotros, los de la grada, nos dejamos llevar por un resultado tan abultado en tan poco tiempo que dejó asombrado a todos. Y si, luego llegó la ola, estéticamente bonita pero insultantemente guasona y despectiva. Habíamos ganado el partido, pero habíamos perdido el respeto al contrario y al final, como si de un golpe de justicia divina se tratara, nos cayeron dos goles. Este aire festivo celebrado con una ola humana de la que, por supuesto, fui partícipe hizo bajar la activación a unos jugadores
que estaban haciendo un partido de matrícula de honor y que finalmente se conformaron con un aprobado raspado.

Y con el tercer gol de La Roda llegaron el cuchicheo y los pitos, que no fueron generalizados y sí fueron de contrariedad, de incredulidad y por supuesto de cura de humildad. Una humildad que duró lo que duró el buen juego del equipo. Con el gol también llegó lo de Limones, cuyos detractores ya afilaban los cuchillos en forma de tweet y de silbido cada vez que tocaba la pelota. Menos mal que solo tuvo que tocar dos balones para no tener que escuchar que su propia afición paga con él la frustración de los dos últimos goles encajados.

En este momento, rompo una lanza a favor del portero y opino que en el último gol, no falla sólo él, pero como decía, en un gol, el portero siempre está en el punto de mira del respetable. Muy pocos tenemos en consideración el trabajo mental que tiene detrás un portero de fútbol, al que cada error se le va a tener muy en cuenta y que entrena y trabaja más que para tener éxito, para no tener errores. En la solitaria posición del guardameta, lo más importante no es tener unas cualidades aplastantes, sino tener una autoestima alta, que le proporcione seguridad en sí mismo y una capacidad de concentración que permita no salirse del partido en ningún momento. Que Limones es buen portero creo que lo sabemos todos, que no ha temido nunca por su puesto en el once titular, también lo sabemos. Por eso, lo último que se debería hacer cuando nuestro portero titubea es buscar el abucheo, que lo sumerge más en la inseguridad que le ha llevado a encajar los goles. Seguramente lo que le haga a Limones mejorar su rendimiento sea temer por su puesto en el once, en el que está cumpliendo su cuarta temporada de “intocable”. Solamente con Savu pudo tener alguna duda respecto a su titularidad y en mi opinión, fue la temporada en la que más brilló, la primera a las órdenes de Luis García Tevenet.

Al final, nos quedamos con lo bueno, los tres puntos que nos dejan en segunda posición, muy cerca del Marbella y con una lección recibida en la jornada 5, que no nos va a trastocar nuestro casillero de puntos y va a permitir al equipo trabajar y corregir esos errores finales, que más que de táctica, estoy seguro que son de concentración. 

Siempre con humildad, siempre siendo honestos. Siempre Efesé.


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