En el deporte como en la vida, hay unos valores básicos que
permiten convivir con el entorno, que no siempre van a asegurar el éxito pero
sí se puede decir que sin ellos casi nunca se va a tocar la gloria. El que más
me gusta es la humildad, porque en una sociedad en la que sólo se mira de
frente a los vencedores y los vencidos son mirados de reojo con aires de
superioridad y sarcasmo, es imprescindible tener muy claro que ser humilde te
hará grande. Te hará grande cuando en la victoria consueles al derrotado y
cuando en la derrota notes sinceridad en el consuelo del contrario, te hará
grande tender la mano y levantar a un compañero o a un contrario, te hará
grande cuando recibas un reconocimiento y pienses en lo que te ha costado
llegar hasta ahí.
Limones en un lance del juego temporadas atrás |
Realmente la humildad es una virtud, que en principio se
tiene o no se tiene, pero que se puede trabajar y por supuesto se debe
inculcar. Una virtud que nuestro club, el de las rayas blancas y negras, suele
tener; algo que es motivo de orgullo para todos, ya que considero que la
afición, en su mayoría humilde, sabe dónde estamos en todo momento, lo que
puede dar su equipo y lo que se le pide. Pero el domingo, cuando La Roda metía
el último gol del partido, algo olía mal, no se respiraba el aire puro de
ambiente rural que se respiraba minutos antes, cuando el Cartagena pasaba como un avión por encima de
su rival. ¿Qué había pasado? Habíamos perdido toda esa humildad que nos había
llevado al triunfo.
Y no lo digo por la ola (que también), lo digo
porque realmente se veía venir, el equipo dejó de competir, pero nosotros, los
de la grada, nos dejamos llevar por un resultado tan abultado en tan poco
tiempo que dejó asombrado a todos. Y si, luego llegó la ola, estéticamente
bonita pero insultantemente guasona y despectiva. Habíamos ganado el partido,
pero habíamos perdido el respeto al contrario y al final, como si de un golpe
de justicia divina se tratara, nos cayeron dos goles. Este
aire festivo celebrado con una ola humana de la que, por supuesto, fui partícipe
hizo bajar la activación a unos jugadores
que estaban haciendo un partido de
matrícula de honor y que finalmente se conformaron con un aprobado raspado.
Y con el tercer gol de La Roda llegaron el cuchicheo y los pitos, que
no fueron generalizados y sí fueron de contrariedad, de incredulidad y por
supuesto de cura de humildad. Una humildad que duró lo que duró el buen juego
del equipo. Con el gol también llegó lo de Limones,
cuyos detractores ya afilaban los cuchillos en forma de tweet y de silbido cada vez que tocaba la
pelota. Menos mal que solo tuvo que tocar dos balones para no tener que
escuchar que su propia afición paga con él la frustración de los dos últimos
goles encajados.
En este momento, rompo una lanza a favor del portero y
opino que en el último gol, no falla sólo él, pero como decía, en un gol, el
portero siempre está en el punto de mira del respetable. Muy pocos tenemos en
consideración el trabajo mental que tiene detrás un portero de fútbol, al que
cada error se le va a tener muy en cuenta y que entrena y trabaja más que para
tener éxito, para no tener errores. En la solitaria posición del guardameta, lo
más importante no es tener unas cualidades aplastantes, sino tener una
autoestima alta, que le proporcione seguridad en sí mismo y una capacidad de
concentración que permita no salirse del partido en ningún momento. Que Limones
es buen portero creo que lo sabemos todos, que no ha temido nunca por su puesto
en el once titular, también lo sabemos. Por eso, lo último que se debería hacer
cuando nuestro portero titubea es buscar el abucheo, que lo sumerge más en la
inseguridad que le ha llevado a encajar los goles. Seguramente lo que le haga a
Limones mejorar su rendimiento sea temer por su puesto en el once, en el que
está cumpliendo su cuarta temporada de “intocable”. Solamente con Savu pudo tener alguna duda respecto a
su titularidad y en mi opinión, fue la temporada en la que más brilló, la
primera a las órdenes de Luis
García Tevenet.
Al final, nos quedamos con lo bueno, los tres puntos que
nos dejan en segunda posición, muy cerca del Marbella y con una lección recibida en la
jornada 5, que no nos va a trastocar nuestro casillero de puntos y va a
permitir al equipo trabajar y corregir esos errores finales, que más que de
táctica, estoy seguro que son de concentración.
Siempre con humildad, siempre siendo honestos. Siempre Efesé.
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