Sin ser demasiado afín a las recopilaciones dramáticas que pueblan
todos los medios cuando se acerca el cambio de año, necesitaba de manera
egoísta cerrar la puerta que lleva ya ventilando unos cuantos meses. Solo se me
ocurría escribir, recordar y dejar constancia de algo que nos va a acompañar de
por vida. Los recuerdos hacen que las cosas no mueran, tanto si son buenos,
para sacar brillo de la nostalgia de que un tiempo pasado fue mejor; como si
son malos, para aprender y aceptar que a base de golpes nos hacemos más
fuertes.
Hacía tiempo que no recibía el Efesé un varapalo sonado y ya me olía mal. Siempre he pensado que a cada generación le
toca sufrir un impacto de realidad cartagenerista, de los que te dejan noqueado, creando indefensión
y tirando del barco a muchos aficionados potenciales que deciden no llorar nunca
más por el equipo de su tierra. Quizá esos sean los más cuerdos. Desde el Vecindario no
había sucedido (el descenso fue un despropósito tan previsible, que nos impidió
sentir nada en Córdoba), así que el siguiente iba a ser destacado.
Afición cartagenera en Vigo (Fuente:Twitter) |