A todos nos ha pasado alguna vez que, cuando visionamos en el cine una de esas películas galardonadas con varios premios en el festival de no sé dónde o cuando comenzamos a seguir en televisión una serie que nos recomienda un conocido en el que confiamos, sentimos que, al final, la realidad no acaba saciando las expectativas creadas. Es habitual, a mayor interés personal concentrado en algo más fácil será que ese algo no esté a la altura y nos acabe decepcionando. Esto es lo que ocurrió ayer en Nueva Condomina, al menos para mí, y sobre todo en lo referente al primer tiempo. Un primer tiempo en el cual, salvo el conato de lesión de Sergio Jiménez, no sucedió absolutamente nada reseñable y en el que más de uno, intentando evitar caer en el bostezo, optó por entretenerse con las anécdotas de grada.
Por suerte, todo cambió tras el descanso. Los jugadores albinegros implantaron un ritmo frenético al comenzar, generando ocasiones de gol de esas que no hubo noticia en la primera mitad, y partir de ahí el resto del encuentro sí fue más o menos lo esperado para un derbi de estas características. Remarco lo de más o menos. Emoción, alternativas para ambos conjuntos e incluso tuvimos una bronca final que concluía en minitangana. Faltó, quizá, polémica arbitral o alguna que otra expulsión, pero, no obstante, la segunda parte estuvo bastante bien en líneas generales.
Tampoco hubo goles, es cierto, pero no hicieron falta para que los cartageneros volviéramos a casa satisfechos. Los murcianistas eran los que más tenían que perder, atendiendo a su situación institucional y deportiva. Y hasta puede que lo que me sepa