Hace días que algo especial está impregnado en el ambiente. Algo que provoca en los individuos una tensión psicológica similar a esa que surge horas antes de una Nochevieja o de cualquier otra fiesta que se planee desenfrenada. Es un cosquilleo interior que todos sentimos, pero por el que no debemos preocuparnos. Son los síntomas de que algo importante se aproxima. Es el derbi. Y es que, como no podía ser de otra manera, un Murcia vs Cartagena no es un partido más.
Sin profundizar en los elementos de carácter sociológico, de sobra conocidos, que convierten la cita en un evento único, quisiera dejar patente mi desacuerdo con el manido mantra de “no se debe mezclar política y deporte”. Un lema que demagógicamente suele hacer acto de presencia en las previas de encuentros como este y que, en mi opinión, es bastante discutible. Pero no pretendo ir por ahí en estas líneas.
Centrados en lo futbolístico, mal que nos pese a los cartageneros, cada vez que hemos tenido que afrontar una visita al Real Murcia CF se hizo observando al equipo grana desde una perspectiva inferior. Ellos asumían con naturalidad su rol de favoritos y nosotros, desde la resignación, encarnábamos el papel de víctimas. Como si de una reproducción del combate entre David y Goliat se tratase, pero sin un mísero tirachinas de juguete con el que intentar derrotar al gigante filisteo. Casi nunca tuvimos posibilidades, resultando históricamente los viajes albinegros a la capital toda una pesadilla deportiva.
Dicho lo cual, todo cambió con el nacimiento del actual FC Cartagena. No en lo referente a la trayectoria de los clubes, puesto que desde que se fundara la entidad en 1995 poca o ninguna sombra se les ha podido hacer a unos pimentoneros que han pasado incluso por
Primera División, pero sí en cuanto a enfrentamientos directos, donde la estadística se ha ido emparejando en las últimas dos décadas. Hablando siempre de visitas al feudo grana, por matizar. En los choques disputados en El Almarjal o en el Cartagonova la balanza, de toda la vida, se ha ido manteniendo más o menos equilibrada. Es allí, en Murcia, donde nos ha sido labor estéril medir las fuerzas.
Primera División, pero sí en cuanto a enfrentamientos directos, donde la estadística se ha ido emparejando en las últimas dos décadas. Hablando siempre de visitas al feudo grana, por matizar. En los choques disputados en El Almarjal o en el Cartagonova la balanza, de toda la vida, se ha ido manteniendo más o menos equilibrada. Es allí, en Murcia, donde nos ha sido labor estéril medir las fuerzas.
No fue hasta febrero de 1999 que la ciudad de Cartagena celebró un triunfo sobre el Real Murcia en La Condomina, gracias al mítico gol de Carpintero a centro de Rufo en los minutos finales del partido. Diez años después el mismo club logró repetir la gesta. De hecho, la sublimó. Con aquel inolvidable 1-4 con el que los pupilos de Juan Ignacio deleitaron a los más de ocho mil cartageneros que poblaron las gradas murcianistas. Fecha que en un par de semanas cumplirá siete otoños, por cierto. Y aquí concluye nuestra pírrica lista de éxitos al otro lado del Puerto de La Cadena.
No obstante, siendo rigurosos y por corregir equívocos, recalquemos el hecho de que decir que hasta el año 1999 un equipo de Cartagena nunca había ganado en La Condomina es erróneo. Por ejemplo, los albinegros vencieron en el recinto de la Ronda de Garay más de una vez jugando como locales, por cierre de su estadio, o sin ir más lejos visitando al Imperial. Lo exacto sería formular que, hasta entonces, nunca se había ganado al Real Murcia en La Condomina, en liga. Porque, ciñéndonos a los datos, ya en los campeonatos regionales anteriores a la Guerra Civil habíamos vencido en varias ocasiones. Incluso antes, en el campo de La Torre de la Marquesa, también nos llegamos a traer algún botín en su día.
Volviendo a la actualidad y para finalizar, se da la circunstancia que en ambas ocasiones que hemos ganado allí en liga (1999 y 2009) lo hemos hecho yendo por delante de nuestros adversarios en la clasificación. Al igual que ocurre este domingo. Esperemos que sea un buen presagio, aunque atendiendo a nuestra historia, esa que describe que cuanto mejor nos van las cosas más probabilidades tenemos de fallar en una gran cita, mi espíritu de aladroque pusilánime sale a relucir. Y eso que el que más tiene que perder es el equipo grana, sumido en plena crisis deportiva e institucional, mientras que nosotros seguiremos en puesto de play-off de ascenso sea cual sea el resultado. Además, no quisiera pensar en las posibles consecuencias que acarrearía una victoria albinegra en Nueva Condomina. O dicho de otro modo, quedaré satisfecho con empatar pero no firmaría el empate, porque la sola idea de ganar y provocar una dolorosa herida es demasiado seductora. Más aún después del “malentendido” de las entradas. A ver qué pasa.
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