El calendario marcaba los últimos de días de noviembre en el año 1999. Tan solo cinco meses después de la fatídica tarde del 'cordobazo', para ubicarnos. El por entonces denominado Cartagonova FC, con Florentino Manzano de presidente y Txutxi Aranguren como entrenador, participaba por segunda temporada consecutiva en 2ªB. Concretamente, en el potente Grupo III de la zona levantina junto a los Murcia, Hércules, Castellón, Nàstic o Sabadell. Los albinegros, graduados como el equipo revelación la campaña anterior y habiendo rozado el ascenso a Segunda División, mantuvieron gran parte de la plantilla que tan cerca estuvo de lograr la primera gran gesta en la corta historia del Club.
Jugadores que los aficionados de aquella época bien pueden enumerar de memoria, como Trujillo, Barila, Rufo, Garrido, Leo, Juan Carlos, Javi Manzano, Pablo Box o Carpintero, continuaban un año más para pelear por el ascenso. Ya impuesto como objetivo inicial en la temporada 1999/00, a diferencia de su predecesora. Permanecían en el plantel los nombres anteriormente citados, al igual que aquella mágica dupla ofensiva formada por Alberto García y Keko. Algo así como la que quince años más tarde significaron Víctor Fernández y Toché, para que los más jóvenes se hagan una idea. Desafortunadamente, preludiando lo que ocurriera con la prolífica pareja de los gloriosos años en la LFP, los Alberto García y Keko adolecían de falta de repuesto en el banquillo.
Un año antes, en la campaña 1998/99, sí que se habían encontrado figuras de recambio para el inolvidable dúo de delanteros. Eran Iban Espadas y el mallorquín Manolo, y ambos, también, continuaron la temporada siguiente. Sin embargo, en el nuevo ejercicio liguero ofrecieron un nivel goleador muy por debajo del esperado y los técnicos tuvieron que
sondear el mercado para sustituirles. Es en busca de un futbolista adecuado para ese rol, el de ariete suplente, donde se contextualizan los mencionados últimos días de noviembre de 1999. Con el equipo encaramado a la zona de play-off de ascenso, cabe destacar.
De buena mañana, un día, saltaba la noticia. Un exótico camerunés, no tan habitual en esos tiempos, estaba entrenando con la plantilla para jugar en el cuadro cartagonovista en cuanto se abriese el período de fichajes. El susodicho tenía 19 años, procedía del Ravenna de la Serie B italiana y se llamaba Zé Albert. Y, pese a su pronta edad, ya había debutado con la selección nacional absoluta de su país. Su representante era su paisano Tommy N'Kono, quien fuese guardameta del Espanyol en la década de los 80s, y mantenía una estrecha relación personal con Carlos Conesa, secretario de la entidad. Motivo, este último, por el cual un delantero tan prometedor, a la par que desconocido, pudo plantearse siquiera venir a Cartagena. Siendo extracomunitario, solo quedaba tramitar el pasaporte portugués para formalizar la contratación y dicho papeleo no tardaría más que unos días. O al menos eso se dijo. Un diamante en bruto estaba atado por el Club.
Pasaron las semanas sin que oficialmente se supiera mucho más sobre la situación de Zé Albert, salvo que había realizado varios viajes a Italia y Portugal, supuestamente, para agilizar la burocracia necesaria. De cara al público los dirigentes albinegros seguían manteniendo contacto fluido con N'Kono, pero el plantón se veía de lejos. Varios equipos de la Primera División lusa habían tanteado al jugador y este finalmente acabó eligiendo al Vitoria de Setúbal como destino. El camerunés, años después, pasaría por el Os Belenenses de Lisboa, logrando incluso ser el pichichi de la máxima división portuguesa. Aunque por entonces su nombre futbolístico había cambiado, era Meyong. A España volvió en 2006, vistiendo las camisetas de Albacete y Levante, sin apenas relevancia en ambos conjuntos. “No quiero ser el Eto'o del Levante, quiero ser Meyong” llegó a decir nada más aterrizar en Valencia. Actualmente, a sus 36 años, repite jugando en el mismo Vitoria de Setúbal.
Por nuestro lado, al no consumarse la contratación de Zé Albert, el Cartago acabó firmando a Walter Pico en su lugar. Cuyo representante era un anónimo Quique Pina. Nunca sabremos qué hubiese ocurrido de haber prosperado el fichaje del punta africano, pero se antoja difícil que se hubiera desempeñado peor que el reputado astro argentino.
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