sábado, 4 de febrero de 2017

Gracias Chus (Hevia)

Nunca he sido de esos aficionados que se encariñan con los jugadores que visten la camiseta de su equipo. Lo reconozco, jamás he sentido esa necesidad de forjar una relación personal, ni siquiera el deseo de pedirles autógrafos o echarme fotos (ahora selfies) con ellos, ni mucho menos de mendigarles camisetas o similares, como hace más de uno. En absoluto. Para mí, en el aspecto puramente material, todo acaba al salir del Cartagonova y, en lo que se refiere a lo afectivo, concluye cuando dejan de defender la albinegra. No obstante, para la estadística, sí que suelo seguir la trayectoria de quien ha pasado por Cartagena. Pero hasta ahí.

Hevia tras su último gol
Evidentemente, como en toda regla, entiendo que puedan existir una serie de excepciones. Pocas, eso sí, y particulares para cada aficionado. En mi caso las puedo contar con los dedos de la mano, son Sagarduy y Alberto García los ídolos futbolísticos que siento como tales. Después, también profeso cariño a Sívori o Carmona y con ellos cierro mi lista personal. Jugadores que han tenido un considerable ciclo en Cartagena y que han gozado de un peso específico dentro del equipo. Jugadores que, en resumen, atesoran una significación especial. Del resto, muchísimos alcanzan de igual manera mi más profundo respeto, y admiración en casos como el de Víctor, pero no con el feeling de los cuatro citados. Habiendo declarado esto, ¿qué puedo sentir por todos esos jugadores que hacen una más
o menos buena temporada y se marchan de Cartagena? Pues que, parafraseando a Chiquito de la Calzada, hasta luego, Lucas.

Por ejemplo, soy incapaz de entender cómo recientemente se encumbraba en su regreso a los Menudo, Fernando u Óscar Rico. Que sí, que es verdad que lo hicieron bien cuando estuvieron, pero como gran parte de sus compañeros y como se le presupone a todo aquel hijo de vecino que cobra por trabajar. No fue altruistamente. Es más, a ellos les sirve para revalorizarse. Es una relación de quid pro quo, no ningún favor y no están renunciando a nada como para alabarles. En este punto, imagino que habrá quien piense que estoy siendo injusto y recuerde que Fernando entró en la historia local por marcarle su tanto al Barça. Cierto, y servidor añade que se marchó de Cartagena para firmar por el Hércules, un rival histórico. O que, los tres, desaparecieron en los respectivos play-offs de ascenso ante Caudal y Avilés. Como decía, ¿os vais? Pues adiós. Cuando se presente la oportunidad de que podáis volver se valora vuestra posible utilidad y con eso es suficiente. Los aplausos, como vítores de héroes, sobran.

Y ahora entro en el caso de Chus Hevia, que bien podría parecerse al de Fernando pero nada más lejos de la realidad. El asturiano aterrizó en la temporada 2014/15, el año de Sporto, procedente del modesto Marino de Luanco. Con Seba Ribas supuestamente renunciando a una gran cifra económica de su anterior contrato y con Pallarès como el otro delantero de caché en la plantilla, el bueno de Chus quedaba relegado al ostracismo para su entrenador a distancia Julio Ribas. Hevia, sin generar ruido interno alguno, comenzó disputando solo los tramos finales de los partidos en oposición a la opinión generalizada de la grada, que veíamos en él al único jugador capaz de ofrecer algo distinto en un proyecto que se venía abajo. De hecho, en su segundo partido como titular, ya metidos en pleno mes de noviembre, Chus conseguía el gol que otorgaba la primera victoria en casa de la temporada. Pese a ello, le tocó asumir otra vez su rol secundario y no fue hasta la espantada de Pallarès y la fractura de mandíbula de Seba Ribas que le encomendamos a Hevia los designios deportivos en nuestro futuro más inmediato.

Hundido el equipo en su coqueteo con los puestos de descenso a Tercera, Chus anotaba nueve goles en los trece primeros partidos de la segunda vuelta. Goles que se tradujeron en muchos puntos, vitales para la salvación, que de no haberse conseguido a saber cómo estaríamos hoy en día. Literalmente, a saber cómo estaríamos. Al final, en el play-out solo pudo jugar unos minutos en el encuentro de ida por lesión y, por el mismo motivo, se perdió la vuelta. Sí, el gol de la salvación, de facto, fue obra de Carlos Martínez, pero lo creo equiparable a Juan Pablo en el gol del ascenso. El mérito entonces fue de Carmona, como en este episodio de Hevia. Por ello, por tirar del carro cuando todo se iba a pique, y aunque hayas realizado una segunda etapa discreta, en Cartagena has sido importante y se te recordará. Gracias Chus, de verdad, y suerte en el futuro.


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