Si nos ordenasen elaborar una lista sobre los cambios que ha vivido la sociedad española desde el año 1932 la enumeración de elementos sería prácticamente infinita. En cualquier ámbito que hoy pueda parecer cotidiano encontraríamos transformaciones asombrosas, ya que hablamos de casi un siglo de diferencia. Hasta en la forma de Estado, que por entonces era de república. Y en lo concerniente al fútbol podríamos citar cosas tan obvias como la fabricación del balón con sus costuras por fuera o la madera rectangular de la que estaban construidas las porterías. O la no posibilidad de hacer cambios de jugadores durante los partidos y la inexistencia de tarjetas que pudieran mostrar los llamados referees (árbitros). Por ejemplo.
Rutinas de fin de semana sin internet, ni televisión, y apenas alguna emisora de radio que con suerte emitiese un boletín informativo sobre el resultado de tu equipo. Era lo que había. La narración a tiempo real de los partidos de fútbol comenzaría un lustro antes y únicamente en los encuentros de primer nivel. Como aficionado, te tocaba leer la crónica al día siguiente y santas pascuas. Y otro factor muy distinto, sustancial para estas líneas, a tener en cuenta eran los desplazamientos. De tal complejidad que, por falta de infraestructuras y medios de transporte, durante años se extendió la costumbre de disputar dos partidos consecutivos (sábado y domingo) entre los mismos conjuntos para así aprovechar los viajes a otras ciudades.
Es bajo este contexto temporal cuando se produce la primera odisea del Cartagena visitando Alcoy, en una liguilla de promoción en la que los albinegros se jugaban descender de Primera Regional. Aclaremos, para el que lo desconozca, que la liga como tal contaba con solo cuatro años de existencia y los categorías regionales servían para clasificarse al Campeonato de España, torneo que ha llegado a nuestros días más conocido como Copa del Rey. Es decir, el efesé competía en Tercera, como competición liguera, y también en regional durante una misma temporada.
Centrándonos en la referida campaña 1931/32, el Cartagena quedaba en cuarto puesto de Primera Regional, frente a los Hércules, Elche, Murcia e Imperial, y se veía obligado a
disputar la promoción para no descender a Segunda Regional. Ante la Gimnástica Abad, Alicante, Elche, Hércules y el propio Alcoyano. En la Jornada 8 de aquella liguilla tocaba viajar hasta Alcoy y algo ocurrió. De camino a El Collao y saliendo desde aquí la misma mañana del encuentro, a casi 200 km de distancia y a saber por qué tipo de caminos, la expedición cartagenera compuesta por dos turismos sufría la avería del embrague en uno de sus vehículos. No consta en qué punto del trayecto se produjo, pero el caso es otro coche era enviado en su auxilio para poder llegar a Alcoy. Y el caprichoso destino quiso que este segundo vehículo también sufriera otra avería, esta vez por recalentamiento del motor.
El partido debía iniciarse a las 17:00 horas y tan solo seis jugadores albinegros se habían podido presentar para entonces. Los del coche sano. El resto llegaría una hora más tarde, habiendo transcurrido más tiempo de espera del que se permitía en el reglamento, por lo que el partido se daba oficialmente por perdido. Pese a ello, los locales invitaron al Cartagena a disputar un match amistoso. De primeras los albinegros se negaron, pero por evitar un conflicto de orden público e incluso el ser detenidos optaron por jugar. De hecho, hubo una gran afluencia de público y parte de los aficionados habían empezado a reclamar la devolución del dinero de su entrada. Finalmente, se acordó jugar y en contraprestación el Alcoyano abonaría 400 pesetas para compensar los gastos de desplazamiento.
El partido se acabó disputando y concluiría con resultado de empate a dos goles. Sin embargo, a los albinegros no se les pagó nada de lo acordado. La directiva local se ausentaría al final del choque y aquel incómodo episodio culminaba en una queja federativa por parte de los cartageneros, que no tuvo mayor recorrido. Después, en las dos últimas jornadas de la liguilla de promoción, el efesé ganó a Hércules y al mismo Alcoyano en casa (por 9-0) y mantuvo la categoría regional. El año siguiente, curiosamente, el Alcoyano dejó de pertenecer a la Federación Murciana y solicitó su admisión en la Valenciana. Una pintoresca odisea, propia de una época que se percibe muy lejanísima pero de la que no hace tanto.
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