Cuando la
fortuna juntó en la eliminatoria de ascenso a Cartagena y Alcoyano fue
inevitable que los recuerdos tan bien guardados en la memoria volvieran a tocar
nuestra mente. Automáticamente, al escuchar el nombre del rival me vi en El
Collao, a pie de campo, solo por delante de nosotros una valla publicitaria y
Rubén, nuestro portero, calentando con una concentración digna de una final por
el ascenso, en la portería que un par de horas después sería cómplice del día
más espectacular de la historia de nuestro club.
Porque el
domingo 24 de mayo fue el desenlace de un camino arduo por un grupo de lo
más singular en la categoría, en el que se encuadraban tanto canarios, como
madrileños y extremeños, además de los nuestros. En Mérida se certificó el
liderato con un gol de Mariano Sánchez y en ese momento comenzamos a soñar. La
noche del miércoles al jueves, mientras Shakhtar Donetsk y Werder Bremen
disputaban la final de la ahora modificada Copa de la UEFA , unos cuantos locos se
daban cita en el estadio para lograr una entrada y ser testigos presenciales de
lo que podía ser un ascenso a Segunda. Alcoy esperaba, Cartagena soñaba.
Carmona festejando con la afición el gol del ascenso |
ese líquido
verde, tampoco que el fondo de albinegros iba a cantar La Salve justo antes de
comenzar el encuentro, invocando de alguna manera esa fuerza mística que nos
ayudara en aquella tarde de hace ya ocho años.
Con el
gol de Mena, todos lo vimos hecho y en el descanso un hombre de esos que han
crecido en el Almarjal nos contaba emocionado el gol de José Luis de falta, en
Torrejón, del que fue testigo, el último ascenso de un equipo de la ciudad a Segunda
División. Una expulsión torció la tarde, que empezaba a coger color blanquiazul
y sendos goles locales hicieron temblar media provincia de Alicante. Lo que
estaba ganado, se volvió perdido hasta el punto de desear la prórroga y unos
penaltis que eran, en ese momento, una utopía por la expulsión de Viyuela y la
lesión de Mariano Sánchez. Consolándonos pensando que aún nos podía tocar un
cuarto clasificado en la siguiente ronda, dábamos por perdida la eliminatoria. El Sabadell comentamos que podía ser el rival.
Pero
por una sola vez, la desgracia albinegra se disfrazó de fortuna, el central que
perdió la pelota era el rival y el crack, que era Carlos Carmona, jugaba para
el Efesé. Dio el pase de la muerte y fue el segundo más largo de mi vida. La
tocó Juan Pablo con el interior y éramos de Segunda División. Lo habíamos
conseguido, eran todo abrazos, éxtasis, fotos y más fotos, porque había que
inmortalizar ese momento tan histórico, también arrancando el trozo de césped
desde donde había marcado Juan Pablo y cortando la red de la portería que
seguro que adorna algunas habitaciones de la ciudad.
Con la
opción de volver a repetir este domingo algo similar, nos plantaremos en El
Collao, con nuestros recuerdos, con ganas de seguir haciendo historia, sabiendo
por fin tras la última visita a Alcoy en Segunda A, que el líquido de color
verde es refresco de menta y con más moral que el mismísimo Alcoyano.
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