Las 6:00 AM. Te despiertas, abres los ojos y en la radio se escuchan las inconfundibles voces de Sonny y Cher cantando aquello de 'I got you babe'. Te levantas y desplazas ligeramente el visillo de la ventana para observar cómo la nieve reviste las aceras y los coches en la calle. El siguiente paso es mirarte en el espejo y comprobar que eres Bill Murray, interpretando a un afamado reportero que cubre la información meteorológica para una cadena de televisión local. Sales del lugar en el que te hospedas y te encuentras en mitad de un pueblo dejado de la mano de Dios, en las profundidades de Pensilvania. Tu labor allí es narrar la popular e insulsa tradición de El Día de la Marmota, en la que un pequeño roedor supuestamente determinará si el invierno se acaba o si, por el contrario, dura seis semanas más. Eres perfectamente consciente de que todo no es más que un teatrillo, por lo que de la mejor manera que te es posible pasas el trago y a correr. Resignado, vuelves a tu hotel y te echas a dormir pensando en dejar atrás, cuanto antes, la anodina rutina que has llevado durante la jornada hoy. Tu desesperación comenzará a la mañana siguiente, cuando al abandonar tu cama te veas obligado a revivir esas mismas irritantes 24 horas anteriores. Una, y otra, y otra, y otra vez. Porque estás 'Atrapado en el tiempo'.
Bill Murray en Atrapado en el Tiempo |
Así me siento ahora mismo como aficionado del Cartagena, con la sensación de que la historia de las promociones de ascenso a Segunda División del fútbol cartagenero está siendo escrita siempre en la misma hoja del calendario, que se resiste a caer, y en la que siempre (o casi) salimos perdedores. Ahí están los datos de nuestro perenne fracaso en estos avatares, desde los tres play-offs que se han disputado en las últimas cinco temporadas al cordobazo, pasando por el día del Vecindario, en dieciséis temporadas de 2ªB. Esto en lo que al actual primer club de la ciudad se refiere, porque si nos centramos en la trayectoria del Cartagena FC nos encontraremos con algo parecido. Desde las liguillas de los 90s perdidas con Voltaire García, para júbilo de Racing y Badajoz, a las eliminatorias
de principios de los 70s. Estas últimas, que fueron tres consecutivas, disputándose la vuelta en casa y siendo incapaces de remontar el resultado adverso de la ida. De la impotencia de entonces nació la famosa leyenda negra que dice que para el Cartagena nunca será grato jugarse el partido definitivo de la temporada como local. Ocurrió en El Almarjal y la infausta costumbre se trasladó al Cartagonova.
Por ello, al concluir este año la competición liguera en cuarto puesto, algunos ambicionamos la lectura positiva que suponía disputar las tres eliminatorias de ascenso con el partido de vuelta lejos de la Rambla de Benipila. Funcionó contra el Alcoyano, pese a lograr un raquítico empate aquí, pero no ha podido ser con el Barça B. En casa, cómo no, nos autoboicoteamos en la ida perdiendo un partido que nos obligaba a ganar la vuelta por dos goles en el Mini Estadi. Y casi se consigue, solo faltó un gol. Y, en cierta manera, no dejo de ver un punto cruel a tal desenlace. Porque una cosa es ir con la fe que íbamos todos y otra creértelo, como nos los creímos en los minutos finales del partido, para luego ahogarte en la orilla. Además, habiendo sido nuestro fuerte esta temporada jugar fuera de casa, y existiendo la “maldición” sobre el Cartagonova, nos ha tenido que tocar en suerte hacer de visitantes en un estadio clon del nuestro. No podía haber final feliz en Barcelona. Ironías del destino, o que en realidad somos unos 'desgraciaos' y punto. O quizá sean las rayas albinegras las desgraciadas, en lugar del estadio, porque viendo lo de las finales de Copa de Europa de la Juventus (ha perdido siete y ha ganado dos) o la forma en la que el Castellón ha sido apeado de este play-off de ascenso a 2ªB es para planteárselo.
También la eliminación contra el Barça B la veo hasta cíclica. Ya que hace veinte años, en 1997, de cuando el Club se denominaba Cartagonova FC, en su primera promoción de ascenso a 2ªB el verdugo era el filial blaugrana. El 'C' en aquel caso. En dicha liguilla servía ganar la última jornada en casa, porque los culés no podían ascender, y se acabó perdiendo en beneficio del Sóller. El partido definitivo se saldaba con una derrota por 0-2 y los goles fueron obra de dos jugadores que años más tarde vestirían la albinegra, Molist y Ollés. Incluso siendo el primero de ellos ahora un icono de nuestro equipo. No sé, a lo mejor los que nos marcaron en la ida (Romera y Gumbau) también acaben jugando aquí en un futuro, cuando regresemos a Segunda División, porque nivel para esa categoría tienen de sobra.
Finalizando, son las 6:00 AM y no me hace falta despertarme porque ya estoy despierto, de la intranquilidad y la frustración. Al igual que tampoco me hace falta ir a ver a la marmota para saber que vendrán seis semanas más de invierno en esta 2ªB. Confío que el año que viene el panorama sea distinto y, cuando suene el despertador, tengamos a nuestro lado a Andy MacDowell. De los errores cometidos en el mercado de invierno, de que la Federación Española de Fútbol debiera hacer una liga de filiales para no adulterar la competición y de los fichajes de cara al próximo ejercicio no me apetece escribir nada hoy. Eso para la semana que viene.
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