viernes, 29 de septiembre de 2017

Sueños coperos

Hace años, cuando la Copa del Rey era de verdad un torneo comprometedor para los equipos de Primera División, los cartageneros veíamos desde el sofá de nuestra casa cómo equipos tan humildes como el nuestro doblegaban a grandes fortunas europeas. En ese momento, con anhelo, soñábamos con ser esa Gramanet que mandaba a la calle al Barça en Santa Coloma, ante su público, con un gol del exalbinegro Óscar Ollés; ese Novelda que en La Magdalena le metía tres al mismo rival años antes; o el Toledo que curó de humildad a un Real Madrid (que venía de ser campeón de Europa) en el Salto del Caballo y en el que jugaban futbolistas como Magano, el ilustre Santi Carpintero e incluso un jovencísimo Antonio Cañadas, que jugó unos minutos en ese partido y que estaba cedido esa temporada en tierras manchegas.

Era otra copa. Una competición en la que si no querías salir apeado, debías ir con todo, porque los campos de Segunda B, traicioneros como ellos solos, hacían bajar de la nube a esas estrellas que ocupaban los diarios deportivos del país. Era otra copa y otro fútbol, es cierto, pero ese es otro tema. Las ciudades y pueblos de equipos de la categoría de bronce se vestían igual que ahora de gala para la ocasión, era histórico, como ahora, pero con una enorme diferencia, las posibilidades de mandar a la calle a los equipos grandes eran aunque pequeñas, más grandes que ahora. No rendían visita a los Bernabéu y Camp Nou, pero en esos campos se acordarían de ellos, al menos durante esa temporada cuando mordieran el polvo en sus vetustos campos. Que levante la mano quién no cambiaría ir al Pizjuán (en nuestro caso) por jugar sólo en el Cartagonova a 90 minutos.

De Lerma y Neymar en el partido de vuelta. (Fuente: Comunio)
Nos agarramos a los inverosímiles "alcorconazos" o gestas de dibujos animados como la del Mirandés, eliminando a varios equipos de categoría de oro, precisamente por eso, porque hemos visto que otros lo hicieron y porque hay que acatar que este torneo está hecho para que los poderosos se paseen y los humildes hagan caja. Si la cosa se pone fea en la ida, le dan otra oportunidad al grande con un partido de vuelta en su estadio. De esta manera se aseguran de que las sorpresas sean lo más reducidas posibles, como si los humildes molestáramos en las rondas posteriores.

Por suerte, nuestro momento ya llegó, en la célebre eliminatoria contra el Barcelona, donde los blaugrana comandados por el Tata Martino pusieron en liza un once de gala, debido seguramente a la derrota unos días antes en San Mamés, por lo que no podían permitirse un tropiezo en Cartagena. Disfrutamos con el gol de Fernando, incluso soñamos y nos recreamos en la visita al estadio con más capacidad de espectadores de la
liga. Quizás por ello, nuestro nivel de exigencia respecto al rival en este sorteo era el mismo que el anterior, olvidándonos de lo difícil que es llegar a tocar ese bombo de elegidos humildes, que se codean por un momento con el cielo.

Salió el Sevilla. Podía haber sido otro, pero también podía no haber sido nadie. Simplemente por sentirnos partícipes de lleno de esta Copa del Rey adaptada a los adultos, por poder levantarnos del sofá, apagar la televisión, ponernos la bufanda e ir al estadio y que sean otros los que nos vean desde casa y sueñen, merece la pena esta eliminatoria copera.


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