Hace años, cuando la
Copa del Rey era de verdad un torneo comprometedor para los
equipos de Primera División, los cartageneros veíamos desde el sofá de nuestra
casa cómo equipos tan humildes como el nuestro doblegaban a grandes fortunas
europeas. En ese momento, con anhelo, soñábamos con ser esa Gramanet que mandaba
a la calle al Barça en Santa Coloma, ante su público, con un gol del
exalbinegro Óscar Ollés; ese Novelda que en La Magdalena le metía tres
al mismo rival años antes; o el Toledo que curó de humildad a un Real Madrid (que
venía de ser campeón de Europa) en el Salto del Caballo y en el que jugaban
futbolistas como Magano, el ilustre Santi Carpintero e incluso un jovencísimo
Antonio Cañadas, que jugó unos minutos en ese partido y que estaba cedido esa
temporada en tierras manchegas.
Era otra copa. Una competición en la que si no querías salir
apeado, debías ir con todo, porque los campos de Segunda B, traicioneros como
ellos solos, hacían bajar de la nube a esas estrellas que ocupaban los diarios
deportivos del país. Era otra copa y otro fútbol, es cierto, pero ese es otro
tema. Las ciudades y pueblos de equipos de la categoría de bronce se vestían
igual que ahora de gala para la ocasión, era histórico, como ahora, pero con
una enorme diferencia, las posibilidades de mandar a la calle a los equipos
grandes eran aunque pequeñas, más grandes que ahora. No rendían visita a los
Bernabéu y Camp Nou, pero en esos campos se acordarían de ellos, al menos
durante esa temporada cuando mordieran el polvo en sus vetustos campos. Que
levante la mano quién no cambiaría ir al Pizjuán (en nuestro caso) por jugar
sólo en el Cartagonova a 90 minutos.
Nos agarramos a los inverosímiles "alcorconazos" o
gestas de dibujos animados como la del Mirandés, eliminando a varios equipos de
categoría de oro, precisamente por eso, porque hemos visto que otros lo
hicieron y porque hay que acatar que este torneo está hecho para que los
poderosos se paseen y los humildes hagan caja. Si la cosa se pone fea en la ida,
le dan otra oportunidad al grande con un partido de vuelta en su estadio. De
esta manera se aseguran de que las sorpresas sean lo más reducidas posibles,
como si los humildes molestáramos en las rondas posteriores.
Por suerte, nuestro momento ya llegó, en la célebre
eliminatoria contra el Barcelona, donde los blaugrana comandados por el Tata
Martino pusieron en liza un once de gala, debido seguramente a la derrota unos
días antes en San Mamés, por lo que no podían permitirse un tropiezo en
Cartagena. Disfrutamos con el gol de Fernando, incluso soñamos y nos recreamos
en la visita al estadio con más capacidad de espectadores de la
liga. Quizás por ello, nuestro nivel de exigencia respecto al rival en este sorteo era el mismo que el anterior, olvidándonos de lo difícil que es llegar a tocar ese bombo de elegidos humildes, que se codean por un momento con el cielo.
liga. Quizás por ello, nuestro nivel de exigencia respecto al rival en este sorteo era el mismo que el anterior, olvidándonos de lo difícil que es llegar a tocar ese bombo de elegidos humildes, que se codean por un momento con el cielo.
Salió el Sevilla. Podía haber sido otro, pero también podía
no haber sido nadie. Simplemente por sentirnos partícipes de lleno de esta Copa
del Rey adaptada a los adultos, por poder levantarnos del sofá, apagar la
televisión, ponernos la bufanda e ir al estadio y que sean otros los que nos
vean desde casa y sueñen, merece la pena esta eliminatoria copera.
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