miércoles, 24 de mayo de 2017

Ocho años de moral

Cuando la fortuna juntó en la eliminatoria de ascenso a Cartagena y Alcoyano fue inevitable que los recuerdos tan bien guardados en la memoria volvieran a tocar nuestra mente. Automáticamente, al escuchar el nombre del rival me vi en El Collao, a pie de campo, solo por delante de nosotros una valla publicitaria y Rubén, nuestro portero, calentando con una concentración digna de una final por el ascenso, en la portería que un par de horas después sería cómplice del día más espectacular de la historia de nuestro club.

Porque el domingo 24 de mayo fue el desenlace de un camino arduo por un grupo de lo más singular en la categoría, en el que se encuadraban tanto canarios, como madrileños y extremeños, además de los nuestros. En Mérida se certificó el liderato con un gol de Mariano Sánchez y en ese momento comenzamos a soñar. La noche del miércoles al jueves, mientras Shakhtar Donetsk y Werder Bremen disputaban la final de la ahora modificada Copa de la UEFA, unos cuantos locos se daban cita en el estadio para lograr una entrada y ser testigos presenciales de lo que podía ser un ascenso a Segunda. Alcoy esperaba, Cartagena soñaba.

Carmona festejando con la afición el gol del ascenso
Allí fuimos y al poner un pie en suelo alcoyano, no pasaron desapercibidas un grupo de personas apiladas en la cima de la pequeña montaña que custodia el estadio, desde la que se ve una parte del césped. El partido era a vida o casi muerte (porque aún seguías vivo en la derrota, pero el golpe podía ser demasiado duro). El calor apretaba tanto como la afición local, que portaba en su fondo una pancarta: "Alcoyano, la Segunda División está en tu mano". Iba a ser difícil aguantar tanta tensión con tanto calor y como única manerade refrescarse, una especie de líquido verde que se enfrascaba en vasos de plástico, lo único que quedaba en la cantina. No sabíamos qué era
ese líquido verde, tampoco que el fondo de albinegros iba a cantar La Salve justo antes de comenzar el encuentro, invocando de alguna manera esa fuerza mística que nos ayudara en aquella tarde de hace ya ocho años.

Con el gol de Mena, todos lo vimos hecho y en el descanso un hombre de esos que han crecido en el Almarjal nos contaba emocionado el gol de José Luis de falta, en Torrejón, del que fue testigo, el último ascenso de un equipo de la ciudad a Segunda División. Una expulsión torció la tarde, que empezaba a coger color blanquiazul y sendos goles locales hicieron temblar media provincia de Alicante. Lo que estaba ganado, se volvió perdido hasta el punto de desear la prórroga y unos penaltis que eran, en ese momento, una utopía por la expulsión de Viyuela y la lesión de Mariano Sánchez. Consolándonos pensando que aún nos podía tocar un cuarto clasificado en la siguiente ronda, dábamos por perdida la eliminatoria. El Sabadell comentamos que podía ser el rival.

Pero por una sola vez, la desgracia albinegra se disfrazó de fortuna, el central que perdió la pelota era el rival y el crack, que era Carlos Carmona, jugaba para el Efesé. Dio el pase de la muerte y fue el segundo más largo de mi vida. La tocó Juan Pablo con el interior y éramos de Segunda División. Lo habíamos conseguido, eran todo abrazos, éxtasis, fotos y más fotos, porque había que inmortalizar ese momento tan histórico, también arrancando el trozo de césped desde donde había marcado Juan Pablo y cortando la red de la portería que seguro que adorna algunas habitaciones de la ciudad.

Con la opción de volver a repetir este domingo algo similar, nos plantaremos en El Collao, con nuestros recuerdos, con ganas de seguir haciendo historia, sabiendo por fin tras la última visita a Alcoy en Segunda A, que el líquido de color verde es refresco de menta y con más moral que el mismísimo Alcoyano.


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