martes, 1 de agosto de 2017

Un lustro sin fútbol profesional

Hace tiempo escribí unas líneas en las que intentaba evidenciar la carencia de memoria en la que suele vivir la actualidad del fútbol y, en las que vienen a continuación, me apetece comentar algo que de cierta manera está directamente relacionado con aquella idea: la rapidez con la que pasa el tiempo en este deporte. Y pondré un ejemplo fácil para visualizarlo mejor. A primeros de julio se cumplían dos años de la presentación de Víctor Fernández como nuevo entrenador del Cartagena y, junto a él, también sostenía la camiseta albinegra un sonriente Deseado Flores. Han pasado tan solo dos años y dicha estampa ya la vemos más desfasada que un futbolista calzando botas negras.

Es que estaba el otro día ordenando fotos y anotaciones varias, en mi base de datos particular, cuando volví a caer en la cuenta de que ha transcurrido todo un lustro desde que sufriésemos el último descenso de Segunda División. Fue en el Nuevo Colombino de Huelva, el 2 de junio de 2012 y curiosamente frente al mismo rival con el que abrimos esta temporada 2017/18, donde el Cartagena decía adiós a la LFP ganando por 1-2. Una despedida con victoria estéril, puesto que el triste desenlace se había consumado dos semanas antes en Córdoba.

Ángel Quirantes
Mucho podríamos hablar y analizar de aquella penosa campaña, empezando por los antecedentes con el cese de David Buitrago a mitad de la temporada anterior por motivos familiares, en versión oficial. Aunque cabría preguntarse si no fue, más bien, por la comisión que debía cobrar el caravaqueño por el traspaso del guardameta Rubén al Málaga. El caso es que tras su salida Paco Gómez manifestaba que él mismo haría las veces de nuevo director deportivo y hasta el propio Juan Ignacio tuvo que calmar los ánimos generales reflexionando en voz alta que el club debía incorporar a una persona específica para encargarse de dicha parcela.

No le faltaba razón al hoy entrenador Shanghai Shenxin, lo de Paco Gómez era una bravuconada, pero fue peor el remedio que la enfermedad. El dedo divino escogería a Ángel Quirantes, cuya era comenzaba en abril y finalizaba en septiembre de 2011, y pese a su trayectoria, casi tan efímera como la de Javi Mérida este verano, le cundió el
trabajo al exmilitar. Tuvo tiempo de despreciar a Víctor, de desmontar a un equipo que se mantenía sin problemas en Segunda División y de confeccionar un desequilibrado plantel de nombres a golpe de talonario para supuestamente ascender a Primera. Entre otras cosas, sin mediocentro organizador porque, supongo, se trataba de una posición secundaria.

Con los Gaspar, Josemi, Cléber, Dimas, Reina, etc. Madre mía. Personalmente me acuerdo mucho de Iván Bolado, a quien el propio Quirantes reconoció haber fichado por ser internacional en categorías inferiores y bajo recomendación de un amigo suyo. Vaya amigo y menuda lió en enero la estrellita para jugar con la Selección de Guinea Ecuatorial en la Copa de África. Y como competencia al susodicho en la delantera teníamos a Salva Chamorro, al que no le dio por jugar hasta la Jornada 42 cuando le hizo dos goles al Villarreal B. Ahora milita en el Murcia y, con nuestra suerte, capaz será de venir a Cartagena y hacernos un hat-trick, pero era otro que estaba para echarle de comer aparte.

Otro de los legados de Quirantes también fue dejar a un jugador como Manu Torres con contrato altísimo (de seis cifras y en euros) aún descendiendo a 2ªB. Menos mal que el chaval transigió y rescindió su compromiso, no suponiendo un problema para la contabilidad del club. Y, para culminar, en otro plano teníamos a Abraham Paz, que aún siendo de los pocos miembros de la plantilla que parecía saber usar los pies actuó como un auténtico dinamitero dentro del vestuario. Un mal profesional y un mal compañero al que ni entrenadores, capitanes, ni mandatarios del club supieron o quisieron frenar.

En definitiva, un desastre de planificación que acabó como tenía que acabar. Y, viniéndome a la mente aquel vergonzoso cántico del JIM dimisión, me atrevería a decir que casi nos lo buscamos nosotros solos. Tras más de dos décadas sin fútbol profesional en la ciudad, sin darnos cuenta, se nos fue. Delante de nuestras narices, como quien quita el caramelo recién desenvuelto a un niño. Y ya han pasado cinco años. Cuatro presidentes, casi un centenar de jugadores, siete entrenadores y tres promociones fallidas desde entonces. Qué lejos queda.


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